Democratización de la lucha disidente: los pobres también somos LGBTI
Por Eduardo Verón
La comunidad LGTBI ha logrado por medio de la visibilización, movilización y lucha hacer llegar a la agenda pública y gubernamental la vulneración de derechos a la que ha sido sometida a lo largo de la historia. Pese a que el artículo 1º de la declaración universal de los derechos humanos establece el derecho a la igualdad esto no se cumple. Esta afirmación no es novedad, y lamentablemente es corriente ver que los tratos son desiguales según la situación económica y social. Sin embargo, en la población LGBTI este trato desigual está “contemplado” en legislaciones. Cabe realizar una diferencia entre trato desigual y trato diferente. El trato desigual refiere a la privación al acceso a derechos al que otras personas acceden sin dificultades; de esta forma, pone en situación de desventaja al sector que es tratado desigual. El trato diferente es cuando a un sector de la población, por alguna causa que lo ubica en situación de vulnerabilidad, se realiza un trato distinto con el objetivo de compensar esa situación de desventaja y de esa forma tenga las mismas oportunidades que los otros. En Argentina durante la última década, consecuencia de la lucha que llevaron adelante distintos militantes de los derechos LGBTI, se ha avanzado en la aprobación de leyes que tienden a la igualación de derechos como lo son el matrimonio igualitario, la ley de identidad de género, el cupo laboral trans, el permiso para poder ser donante de sangre (ya que hasta el 2013 las personas que hayan tenido relaciones sexuales con personas de su mismo sexo estaban prohibidas de hacerlo), y la inclusión de la educación sexual integral (ESI) en la currícula escolar, entre otras. La aprobación de estos derechos produjo la visibilidad de la comunidad en medios gráficos y audiovisuales dando pie a que muchos individuos que antes estaban en “el armario” escondiendo su disidencia sexual para no ser mal tratado a causa de ello, puedan sentirse empoderadxs y acompañadxs en su “salida”. Desde el 2010 con el debate y la aprobación de la ley de matrimonio igualitario hubo un quiebre en la sociedad, la cuestión gay lésbica se viralizó en los medios y repercutió de manera directa en las calles, bares, comercios, etc. A partir de entonces fue creciendo la visibilidad de parejas disidentes caminando por las calles, participando en novelas televisivas, publicidades y diversos ámbitos públicos.
Pese a los avances en materia de derechos y visibilización de las disidencias aún no se democratizó la lucha disidente. Mucho se habla y se repudia sobre los casos de odio que ocurren en la ciudad de Buenos Aires, casos de malos tratos, de discriminación, de censura que ocurren en bares, restoranes, estaciones de tren, entre otros espacios. Sin embargo, no se visualiza que ocurre “cruzando la General Paz”: allí también hay disidencias sexuales. Los casos de LGBTIodio también ocurren fuera de la ciudad. Sin embargo, son menos visibilizados, tal vez por no tomar relevancia pública. Pero mi hipótesis es que la lucha disidente no se democratizó. Las ONG´s, militantes por la diversidad y grupos que luchan por los derechos de la comunidad están sumergidos en una lógica urbana y de clase media (media-alta) sobre las demandas LGBTI.
Mientras en la ciudad es noticia cómo una pareja homosexual es echada de un restorant por tener gestos de cariño, en las villas de cualquier partido del conurbano esto no ocurre, simplemente porque personas disidentes sexualmente no se han empoderado lo suficientemente como para expresar libremente su diversidad sexual en un contexto en el que, por falta de visibilización, educación y militancia, la disidencia sexual es altamente condenada. Los barrios populares están sumergidos en un habitus altamente tradicional-patriarcal bajo el cual las personas disidentes sienten control social constante, por lo que se reservan todas las acciones que pueda provocar la agresión verbal o física de las personas LGBTIodiantes.
Propongo reflexionar sobre la cuestión de la democratización de la lucha disidente a todxs lxs militantes de la diversidad sexual en los espacios en los que nos desarrollamos. Los consumos culturales, los estereotipos y las demandas al Estado sobre cuestiones LGBTI muestran sesgadamente la población que la integra, no todas las personas de la comunidad escuchamos Madonna, ni todxs queremos y/o podemos tener un chupin o ropa interior de “narciso”; lxs compañerxs trans pueden tener “identidad” por medio del DNI sin embargo el cupo laboral trans aún no se cumple efectivamente en toda la provincia de Buenos Aires, mayor aún es la vulneración de sus derechos que recae sobre ellxs al observar que casi nulos son los trabajos a los que pueden acceder por falta de educación, ya que la gran mayoría debieron abandonar sus estudios primarios o secundarios debido a la violencia que recibían en los ámbitos educativos y adicionalmente en algunos casos, exclusión familia. En conclusión, festejo los avances que se han logrado por medio de la lucha de las organizaciones LGBTI aunque advierto que estos logros no se han efectivizado en toda la comunidad y queda un importante desafío: la promoción e inclusión participativa en la lucha a población LGBTI de sectores populares, porque los pobres también somos disidentes.
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